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Estilos parentales: el límite entre educar y sabotear


Los estilos parentales son las formas en las que madres y padres se relacionan con sus hijos, marcando el tono emocional y educativo de la crianza. Se basan en dos dimensiones principales: el afecto y el control. De su combinación surgen estilos como el autoritario, el permisivo, el negligente y el democrático. Este último, por cierto, es el más saludable, porque combina cariño con límites claros. Estos estilos impactan profundamente en la autoestima, la autonomía, la capacidad para manejar frustraciones y hasta en la salud mental futura de los hijos.

Educar implica guiar, poner límites y permitir el error como parte del aprendizaje. Sabotear, en cambio, ocurre cuando se impide ese crecimiento: se decide todo por el niño, se le sobreprotege, o se le somete a expectativas que no le corresponden. El problema aparece cuando confundimos amor con hiperpresencia o exigencia desmesurada. El límite se traspasa cuando nuestras acciones, aunque bienintencionadas, invalidan la autonomía del niño.

Hay varias prácticas pueden ser peligrosas aunque partan de una intención positiva. Algunas comunes son:

  • Sobreprotección, que impide que los niños enfrenten consecuencias naturales.
  • Rescate constante, donde los padres resuelven todo para evitar frustraciones.
  • Hiperdirección, que es decidir por el niño lo que debe sentir, pensar o hacer.
  • Ausencia de límites claros, pensando que así se fomenta la libertad, cuando en realidad genera inseguridad.

Estas prácticas, si bien suelen hacerse por amor, pueden obstaculizar el desarrollo emocional y social.

Consejos prácticos para encontrar ese equilibrio entre educar con afecto y poner límites efectivos:

  • Establece límites claros y coherentes, pero siempre explicados con respeto.
  • Fomenta la autonomía, permitiendo que el niño se equivoque y aprenda.
  • Sé modelo de gestión emocional, mostrando cómo manejar la frustración sin estallar o huir.

 

Educar no es controlar, ni tampoco complacer. Es guiar, permitir crecer, y estar presentes sin ahogar. Cuando un niño sabe que puede contar contigo, incluso cuando le dices que no, estás construyendo una base segura para su vida futura.

Patricia Flor Arasil

Doctora en Psicología y Mediadora Familiar

Docente e investigadora de la Universidad Internacional de Valencia

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